La prima ballerina assoluta, Maya Plisetskaya (1925-2015)

Hace unos días fallecía Maya Plisetskaya, considerada como una de las mejores bailarinas de la historia. Vivió el arte desde su nacimiento pero el suyo no fue un camino de rosas. Sus orígenes judíos marcaron trágicamente el destino de su familia y entorpecieron el merecido éxito que consiguió cuando la represión soviética tuvo que rendirse a la evidencia. Interpretó como nadie obras como Carmen o La Bella Durmiente y creó un estilo propio con el que enamoró al público de todo el mundo. 

Maya Mikhaylovna Plisetskaya nació el 20 de noviembre de 1925 en Moscú, en el seno de una familia de origen judío. Su padre, Mikhail Plisetski, era ingeniero y director de minas. Su madre, Rachel Messerer-Plisetskaya era actriz de cine mudo. Maya sufrió en su propia familia las purgas del gobierno estalinista. Cuando era una niña de apenas trece años, vio como se llevaban a su padre detenido y poco tiempo después, su madre, junto con su hermano de meses era trasladada a un campo de trabajo conocido como Gulag en Kazajstan, donde permanecería tres años. Maya quedó entonces a cargo de una tía materna, Sulamith Messerer. Aquellos fueron años duros para una joven Maya quien, gracias a su tía, que era bailarina, encontró en la danza un refugio y un consuelo. Con la bailarina de la escuela de danza imperial Elizaveta Gerdt, Maya aprendió los entresijos de este arte.



En 1943 ingresó en el Ballet Bolshoi, en el que permanecería casi cinco décadas. Pronto empezó a destacar por su carisma, sus saltos imposibles y su dramático estilo de bailar. Pero su vida personal pesó más que su talento en aquellos años en los que Europa despertaba de distintos y dramáticos conflictos. En la Unión Soviética, que sus padres hubieran sido detenidos durante las purgas de Stalin y que tuviera unos orígenes judíos inclinó la balanza en detrimento de su carrera profesional. Durante dieciséis años, le fue vetada su participación en las giras internacionales del Ballet Bolshoi.

Maya continuó bailando tras el telón de acero y deleitando al público soviético con la magia de su danza. En 1956, una de sus interpretación de El lago de los cisnes en Moscú tuvo un éxito tan arrollador, que el mismísimo Khrushchev decidió anular la prohibición de viajar con el Ballet Bolshoi. El dirigente de la Unión Soviética vio en Maya la oportunidad de demostrar al mundo, que entonces se mantenía en la cuerda floja de la Guerra Fría, que los soviéticos tenían grandes talentos y vio en la bailarina una embajadora perfecta de su país.



En 1956 contrajo matrimonio con el compositor Rodion Shchedrin quien estuvo a su lado toda la vida y adaptó algunos de los ballets clásicos para su esposa. Maya no tardó en enamorar al público de la Europa del Oeste y a los Estados Unidos.

En 1960, Galina Ulanova se retiraba. Fue el momento de Maya. El Ballet Bolshoi la nombraba prima ballerina assoluta. Además de bailar, Maya Plisetskaya participó en alguna película y dio clases magistrales en los Estados Unidos.



Tenía sesenta y cinco años cuando se retiró del ballet que la encumbró pero no se alejó del mundo de la danza. En 1994 se inició una competición de danza anual que lleva su nombre y que ella misma presidió hasta su muerte. Dos años después era nombrada presidenta del Ballet Imperial Ruso. Dirigió también el ballet de la Ópera de Roma y del ballet del Teatro Lírico Nacional de Madrid.

En los últimos años de su vida recibió premios tan prestigiosos como el Premio Príncipe de Asturias de las artes de 2005 o el Premio Imperial del Japón en 2006.

La belleza y sutileza de Maya Plisetskaya se apagaba el pasado 2 de mayo a causa de un ataque al corazón. Tenía ochenta y nueva años.

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