La flor del desierto, Georgia O'Keeffe (1887-1986)


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Georgia O’Keeffe está considerada como una de las primeras grandes pintoras estadounidenses. Con una larga y extensa carrera como pintora, O’Keeffe destacó por sus lienzos llenos de grandes flores del desierto aunque con el tiempo su arte evolucionó y se centró también en paisajes aéreos e imágenes de Nuevo México donde fijó su residencia durante muchos años. La ceguera fue su enemiga y la obligó a abandonar su arte poco antes de su muerte.

La hija de los granjeros
Georgia O’Keeffe nació el 15 de noviembre de 1887 en la granja familiar cerca de Sun Prairie en Wisconsin. Sus padres, Francis Calyxtus O'Keeffe y Ida Totto eran granjeros. Georgia era la segunda de siete hermanos.

Después de recibir su primera educación en la escuela local de Town Hall, Georgia decidió que quería ser artista y con tan sólo diez años ella y una de sus hermanas empezaron a recibir clases de pintura de Sara Mann. En 1905 se graduó en el Instituto Episcopal de Virginia, donde sus padres se habían trasladado anteriormente y ese mismo año ingresó en la Escuela de Arte de Chicago.



Altos y bajos en el camino
Cuando dos años después, en 1907, se trasladó a estudiar a Nueva York, Georgia empezó a profundizar en sus estudios de pintura. A menudo visitaba la Galería 291 para sumergirse en el arte europeo. Aquella galería de arte pertenecía al que se iba a convertir en su marido.

En aquellos primeros años, Georgia dudó a menudo de su capacidad artística e incluso llegó a abandonar la pintura durante un tiempo. Fue cuando ingresó en la Universidad de Virginia en el verano de 1912 cuando recuperó la confianza en sí misma y volvió a ponerse delante de un lienzo. Poco tiempo después empezó a ganarse la vida como profesora de arte.



En 1916, la fotógrafa Anita Pollitzer enseñó alguna de sus obras realizadas con carbón al artista Alfred Stieglitz, propietario de la galería 291 de Nueva York que Georgia había visitado en sus años de estudio. Stieglitz quedó impresionado por aquellos dibujos y decidió exponer parte de la obra de Georgia en su famosa galería neoyorquina.

El amor del galerista
Al principio la relación de Stieglitz y O’Keeffe fue puramente profesional aunque con el tiempo su amor creció y decidieron vivir juntos. La pareja tuvo que esperar a que en 1924 Stieglitz viera concedido su divorcio de un anterior matrimonio para poder casarse con Georgia. La relación con Alfred fue personal y profesional. Gracias a él pudo introducirse en un importante círculo artístico y aprender de pintores, fotógrafos y artistas destacados del momento.


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El paisaje de Nuevo México
En 1929 Georgia visitaba por primera vez Nuevo México, paisaje que le atraería y plasmaría en alguna de sus obras y donde volvería a vivir sus últimos años después de la muerte de su marido en 1946.

En 1972 Georgia O’Keeffe empezó a ver deteriorados sus ojos y tuvo que dejar de pintar al óleo aunque continuó con sus carbones y lápices hasta 1984. Dos años después, el 6 de marzo de 1986, fallecía en su residencia de Santa Fe en Nuevo México.

Atrás dejaba una intensa carrera como profesora de arte y un amplio número de lienzos y pinturas que la convirtieron en una de las pintoras más destacadas de los Estados Unidos en los últimos tiempos.

 Bibliografía y referencias 

Georgia O'Keeffe, Dennis Abrams
www.britannica.com/biography/Georgia-OKeeffe
www.okeeffemuseum.org/

 Películas que hablan de ella 


Georgia O'Keeffe, her life was a work of art

Comentarios

  1. hace poco vi una película dedicada a ella. Hermosas las pinturas...Lindo tu recuerdo. Interesante!!! Especial todas tus historias para un domingo de calor en Buenos Aires... Cariños Sandra.

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  2. Georgia O´keeffe es de esas mujeres artistas que el mundo conoce muy poco. sin lugar a dudas sus pinturas son extraordinarias. Sin embargo más allá de eso, fue una mujer ícono por su carácter fuerte en un mundo machista, por su decisión al dedicarse al arte, por su filosofía, ella decía: "Todos ven una flor, yo veo un mundo". En la actualidad por el ir y venir de la vida ya no apreciamos la belleza de una planta o la frescura del clima, estamos tan ocupados en el trabajo y en el dinero que olvidamos aquello pequeños placeres de la vida como el olor y la forma de una flor o el dulce de un buen café.
    Más allá del arte, Georgia O'keeffe me enseño a valorar más de los pequeños detalles.

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