Mística en el mundo, Santa Brígida de Suecia (1303-1373)


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A diferencia de otras místicas que entraron desde muy pequeñas en un convento y dedicaron toda su vida a la contemplación y al amor de Dios, Santa Brígida de Suecia tuvo una larga vida alejada del monasterio. Tras quedar viuda y ser madre de ocho hijos, con más de 40 años, decidió que el resto de sus días iban a estar dedicados a la espiritualidad. Pero incluso en su papel de religiosa fundadora de la orden del Santísimo Salvador, Brígida continuó en contacto que el turbulento mundo al que no dudó en criticar y amonestar.

Vida de obediencia
Brígida Birgersdotter nació en Skederid, en la provincia sueca de Uppland, de la que su padre, Birgerio, era gobernador. Su madre, Ingerborg, era hija del gobernador de la zona oriental de Gotland. Esta familia aristocrática, de amplia cultura, inculcó a Brígida una fuerte religiosidad.

Brígida fue precoz en el habla y en la devoción. Con tres años hablaba con soltura; con siete, tuvo su primera visión. Pero a pesar de sentir la religión con intensidad, aceptó el destino que sus padres le tenían preparado.

Cuando aun no había cumplido los 14 años, Brígida se casó con Ulf Gudmarsson, cuatro años mayor que ella. La piedad de su marido hizo que ambos llevaran una intensa vida espiritual además de cumplir con los designios del matrimonio. Brígida y Ulf compartieron 28 años en los que tuvieron ocho hijos, cuando niños y cuatro niñas. Una de ellas sería otra santa, Catalina de Suecia.

Ulf era gobernador de Nericia. Brígida ejerció de señora feudal de las tierras de su marido y se dedicó a la crianza de sus ocho hijos. Pero cuando Ulf fue nombrado canciller del rey en 1335, lo dejó todo, incluidos a sus hijos, para seguir a su marido en su nueva tarea en la corte.

Amonestando al rey
En aquel entonces reinaba en Suecia el joven monarca Magnus II, casado con Blanca de Namur, de la que Brígida fue nombrada dama de honor. Brígida no tuvo ningún inconveniente en criticar las tendencias autoritarias de Magnus, así como los vicios de los esposos reales. A pesar de que el rey y la reina hicieron poco caso de los consejos de Brígida, escucharon con respeto sus palabras.

Esposos piadosos
Brígida y Ulf fueron una pareja profundamente religiosa que dedicaba parte de su vida a la oración. La pareja realizó varios viajes de peregrinaje, uno de los más importantes a Santiago de Compostela. Fue el año 1338 cuando emprendieron camino hacia el sur y tuvieron ocasión de ver las calamidades y problemas que la guerra de los Cien Años estaba acarreando a la población. En dicho viaje también fueron testigos de la fastuosa y poco piadosa corte de Aviñón en la que el Papa Clemente VI se había instalado huyendo de Roma.

En la ciudad francesa de Arras, Ulf cayó gravemente enfermo pero Brígida no temió por su vida pues el santo francés San Dionisio se le apareció y le comunicó que su marido no moriría entonces. En agradecimiento a su curación, el matrimonio se dispuso a vivir en religión instalándose en el convento de Alvastra. Pero poco duró su penitencia.

Viuda visionaria
Cuando enterré a mi marido, enterré con él a mi amor carnal. Así de contundente se mostró Brígida al morir Ulf hacia 1344. Con poco más de cuarenta años Brígida decidió repartir sus bienes entre sus hijos y los más necesitados y se quedó para sí lo indispensable para sobrevivir. Se retiró del mundo durante cuatro años y de dedicó a la vida contemplativa y a la penitencia.

Brígida tuvo visiones desde muy pequeña pero fue en este periodo cuando aumentaron en número, hasta el punto de hacer temer que dichas visiones no fueran provocadas por el demonio y por su propia locura. Pero una de estas visiones hicieron que Brígida volviera de nuevo al mundo de su siglo. En ella se le ordenaba que volviera a encauzar el mal comportamiento del rey Magnus.

Fundadora de la Orden del Santísimo Salvador
Terminado su periodo de reclusión, Brígida empezó una vida dedicada a los demás en múltiples facetas. En Vadstena fundó una orden que hoy día sigue vigente, la Orden del Santísimo Salvador. Brígida siguió la estructura organizativa de la francesa abadía de Fontevrault, donde vivían religiosas y sacerdotes, diáconos y legos, todos ellos dirigidos por una madre abadesa. La orden se había fundado principalmente para las mujeres; los hombres que vivían pero no convivían con ellas, tenían la tarea de asegurar los ministerios espirituales de las monjas.

Amonestando al Papa
Brígida no se había olvidado de los principales problemas que asolaban a la Europa cristiana de su tiempo. No le tembló el pulso a la hora de escribir una dura carta al Papa de Aviñón instándole a que mediara en el litigio entre Francia e Inglaterra a la vez que le pedía que dejara la suntuosa y lujosa corte en la que se había instalado y volviera a la sede romana. Brígida defendía un modelo de papado basado en la austeridad, la obediencia, requiriendo para ello una profunda reforma en la Iglesia.

Peregrinación definitiva
En 1349 Brígida decidió viajar a Roma esperando que el Papa volviera pronto a su sede original. Instalada en la Ciudad Santa, se dedicó a obras de caridad y ayudar a los peregrinos. Brígida continuó con su crítica valiente a aquellos sectores de la Iglesia que se alejaban de la humildad original.

Con casi 70 años, en 1371, otra visión la animó a peregrinar a los Santos Lugares. En su último viaje, Brígida continuó amonestando y criticando a reyes y nobles corruptos que no seguían las órdenes divinas.

Dos años después, de vuelta en Roma Brígida moría después de caer gravemente enferma. Aunque sus restos se enterraron provisionalmente en San Lorenzo de Panisperna, poco tiempo después, su hija Catalina y Pedro de Alvastra llevaron sus restos a Vadstena, su convento.

Santa Brígida se asemeja mucho a Hildegarda de Bingen en tanto que fueron místicas visionarias que se movieron e intentaron mover el mundo corrupto y beligerante en el que vivían. Pero Santa Brígida destaca por haber sido una mujer que en un principio no estaba destinada a ser religiosa. Antes de ser religiosa fue esposa y fue madre para, una vez viuda, dedicar su vida a la piedad.
 Si quieres leer sobre ella

Brígida de Suecia, Paola Giovetti
Miradas medievales, más allá del hombre y de la mujer, María Luisa Bueno Domínguez

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