Gran Bretaña tiene una religión oficial, la anglicana cuya cabeza visible es el rey. Desde que Enrique VIII instaurara la nueva fe, una mezcla de doctrinas católicas y protestantes, en el trono de Inglaterra no se ha podido sentar nunca, a excepción de su hija María Tudor, una persona que no fuera anglicana. Cuando la hermana de María, Isabel I, heredó la corona, promulgó distintas leyes contra los católicos.
En 1701, a la muerte de Jacobo II, último rey católico de la Gran Bretaña, se promulgó la conocida como Ley de Instauración, en la que se excluía a toda persona que profesara la fe de Roma del trono británico. Esta situación se mantuvo hasta 2013, momento en el que se relajaron las normas y se permitió que los reyes podían casarse con un o una católica.
En todo ese tiempo, nadie se atrevió a contradecir la norma legal. Y provocó algún que otro drama personal. En el siglo XVIII, el rey se enamoró de una joven cuya fe católica fue para ambos un gran problema.
La dama en cuestión se llamaba María Ana Smythe y había nacido en el condado de Hampshire el 26 de junio de 1756. Su familia estaba bien posicionada socialmente y era católica. María permaneció unos años en un convento en Francia hasta que regresó a Inglaterra para contraer matrimonio. Unión que resultó ser efímera, pues la caída del caballo del marido poco después de casarse la dejó viuda demasiado pronto.
Tenía entonces 19 años cuando volvía a casarse, esta vez con Thomas Fitzherbert del que enviudó 3 años después. En esta ocasión, el marido le había dejado una buena pensión y una hermosa residencia en la que viviría sin preocupaciones.
María Fitzherbert empezó a disfrutar de la vida social en el Londres de finales del siglo XVIII. En una de las fiestas a las que acudió conoció a Jorge, el joven Príncipe de Gales quien se enamoró de ella nada más verla. El amor real fue correspondido por María, pero ambos eran plenamente conscientes que lo suyo no podría convertirse en una relación oficial a causa de la diferencia de credo entre ambos. Jorge no quería renunciar a la corona ni ella a su fe, así que decidieron casarse en secreto en diciembre de 1785.
La pareja mantuvo su enlace durante años en lo que fue un secreto a voces. Pero en 1795, presionado por la necesidad de tener descendencia, Jorge se casó con su prima, la princesa Carolina de Brünswick. Los siguientes años, Carolina sufrió los desaires de su esposo mientras María exigía su lugar en la corte. Hasta que se hartó y en 1811 cortó definitivamente con su amante. Aunque seguirían amándose para siempre.
Cuando el rey falleció en 1830, fue enterrado con una medalla en su cuello en la que se escondía un retrato de María.
María Fitzherbert aún vivió siete años más retirada en la campiña inglesa. A su muerte, el 27 de marzo de 1837, fue enterrada en la Iglesia de San Juan Bautista de Brighton que ella misma había ayudado a construir.

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