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Una prueba de fuego, Santa Ricarda de Andlau (840-895)

 Verdad o no, las historias de santos y milagros a su alrededor, esconden a menudo enseñanzas y mensajes que nos indican cómo las personas vivían en su tiempo. En este caso, cómo las mujeres, debían soportar la dura amenaza de ser acusadas de adulterio, crimen que durante mucho tiempo se llegó a castigar incluso con la muerte. 


Ricarda había nacido en Alsacia, en algún momento alrededor del año 840 de nuestra era. Como hija del conde de Nordgau, Ricarda se convirtió pronto en la candidata ideal para estrechar lazos con el Sacro Imperio Romano Germánico. En el año 862, se casaba con el emperador Carlos III, apodado El Gordo.

La historia de Ricarda fue durante años, una vida relativamente tranquila, viviendo rodeada de lujo, aunque con la tristeza de no haber podido engendrar ningún hijo. Pero en el 887, la emperatriz fue víctima de intrigas palaciegas. Los rumores infundados acerca de su supuesta relación con el obispo Liutwardo, mancharon su reputación. Ricarda negó rotundamente las acusaciones de adulterio. Y para demostrar que decía la verdad, no dudó en someterse al conocido como "juicio del fuego". Cuenta la tradición, que la emperatriz caminó sobre un suelo incandescente pero nada más poner los pies en el, el fuego se separó y Ricarda no sufrió ninguna quemadura. 

Reinstaurada su dignidad, por alguna razón desconocida, decidió abandonar la vida cortesana y se retiró a vivir al convento de Hohenburg donde abrazó la vida religiosa. Tiempo después se trasladó a la abadía de Andlau que ella misma había mandado erigir pues, según la leyenda hagiográfica sobre ella, fue un oso quien le indicó el lugar donde debía fundar el monasterio. 

Ricarda de Andlau fue nombrada abadesa, cargo que asumió hasta su muerte, el 18 de septiembre de 895. Canonizada por la Iglesia católica, se erigió en la señora protectora de los incendios. 

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