La guerra es cosa de hombres. O al menos así lo han pretendido durante siglos. Hasta hace relativamente poco, las mujeres no se incorporaron a las filas de los ejércitos de medio mundo de manera regular. Antiguamente, solamente acompañaban a las tropas ya fuera como enfermeras en el mejor de los casos; en el peor, como prostitutas. Durante las guerras napoleónicas, una mujer rompió con los estereotipos y alcanzó la fama y la gloria.
Se llamaba Nadezhda Durova y había nacido el 17 de septiembre de 1783 en la localidad rusa de Sarapul. Allí había un campamento del ejército ruso del que su padre era uno de sus altos cargos. Su madre era una rica heredera. Al nacer Nadezhda, pocos disimularon su desazón al ver que había nacido una niña. Incluso su propia madre rechazó a la pequeña, quien siempre sintió un vacio en su corazón. Nadezhda no duraría años después en recordar los terribles maltratos a los que su progenitora sometió, como lanzarla por una ventana cuando era un bebé que lloraba desconsolado.
Nadezhda creció rodeada de soldados a los que no tardó en imitar, quizás para intentar agradar a unos padres que sentía que no la aceptaban. Jugaba con espadas y armas de verdad mientras soportaba el desprecio de su madre hacia ella y todo lo que fuera femenino. "En mi presencia describiría el destino de ese sexo - recordaría años después - en los términos más perjudiciales: la mujer, en su opinión, debe nacer, vivir y morir en esclavitud; la esclavitud eterna, la dependencia dolorosa y la represión de todo tipo fueron su destino. ¡La mujer era la criatura más infeliz, inútil y despreciable de la tierra! Esta descripción me hizo dar vueltas la cabeza. Resolví, incluso a costa de mi vida, separarme del sexo que pensaba que estaba bajo la maldición de Dios".
Antes de tomar una decisión tan drástica, Nadezhda se casó en 1801 y tuvo un hijo. Cinco años después, abandonaba a su familia y se unía al ejército ruso. Ataviada con un uniforme de cosaco, Nadezhda adoptó un nuevo nombre, Alexander Sokolov.
Resolví, incluso a costa de mi vida, separarme del sexo que pensaba que estaba bajo la maldición de Dios
En un primer momento, nadie sospechó que el soldado Alexander era en realidad una mujer. Participó en varias batallas contra los ejércitos franceses y varias veces estuvo a punto de morir. Nadezhda no pudo esconder mucho tiempo su secreto y los rumores de que una mujer se había colado en las filas del ejército imperial llegó incluso a oídos del zar Alejandro I. Este mandó llamar a Alexander y le hizo una pregunta directa: "He oído que tu no eres un hombre, ¿es cierto?'". Nadezhda confesó su verdadera identidad. Lejos de enojarse, el zar alabó su coraje, pero la invitó a abandonar el ejército y volver a asumir su identidad femenina. Nadezhda le suplicó que la dejara continuar con su vida militar y Alejandro I terminó claudicando. Alexander Sokolov fue ascendido a oficial y le otorgó la Cruz de San Jorge. Feliz de poder seguir siendo quien ella quería, Nadezhda regresó al frente y siguió batallando contra los franceses.
Cuando terminó la guerra, se dedicó a escribir obras de ficción y su propia autobiografía. Tras su muerte el 21 de marzo de 1866 fue enterrada con honores militares.
Bibliografía
The Cavalry Maiden: Journals of a Russian Officer in the Napoleonic Wars, Nadezhda Durova
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