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La sirvienta convertida en artista, Marie-Gabrielle Capet (1761-1818)

 El París previo a la Revolución Francesa vivió un apogeo en el mundo del arte en el que no solo los hombres tuvieron trabajo como retratistas de la alta sociedad. Fueron muchas las mujeres que pudieron vivir de su arte, fueron nombrada pintoras de cámara e ingresaron incluso en las férreas academias de arte tan reticentes a aceptar mujeres. Una de aquellas pintoras ilustres, y poco conocidas, fue Marie-Gabrielle Capet, una muchacha que no había nacido entre algodones pero que tendría a una gran mentora. 

Marie nació en Lyon, el 6 de septiembre de 1761. Nada hacía presagiar cuando llegó a este mundo, que desde su humilde hogar de sirvientes, la pequeña se convertiría en una de las retratistas más demandadas en el París de finales del siglo XVIII. 

Tenía veinte años cuando dejó atrás su vida sencilla y se embarcó en una aventura que lo cambiaría todo. Se dirigió a París y consiguió que la gran pintora Adélaïde Labille-Guiard la acogiera como una de sus pupilas y se convirtiera, también, en una gran amiga y protectora. Marie aprovechó sus clases y en poco tiempo ya dominaba la técnica del óleo y se especializó como retratista y miniaturista. 

La alta nobleza parisina quería que Marie la inmortalizara. Su fama llegó hasta el lujoso Versalles donde algunos miembros de la familia real, como Madame Adelaida y Madame Victoria, ambas hijas de Luis XV y María Leszczyńska

Marie expuso sus obras en varios salones como el Salón de París o el "Salon de Jeunesse". En el Salón de París de 1808 expuso una de sus obras más famosas, Escena de Estudio, donde homenajeó a su gran protectora y amiga Adélaïde, quien había muerto años atrás.

Retirada del mundo del arte en 1815, Marie-Gabrielle Capet falleció tres años después en París. 

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