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El prodigio, o el extraño caso de las "jóvenes ayunadoras"

 A mediados del siglo XIX, Irlanda vivió una época conocida como la "Gran Hambruna". Nada había para comer, los campos permanecían yermos y los animales morían con la misma sed y hambre que las personas. En una granja remota situada en un pueblo remoto, una niña dice poder sobrevivir sin necesidad de comer porque Dios la ha bendecido. Angustiados por la situación, las autoridades locales deciden vigilar a la pequeña Anna. Para ello reclaman la presencia de una reputada enfermera inglesa, Elizabeth Wright (Florence Pugh), quien deberá vigilarla y concluir cómo es posible que Anna lleve cuatro meses sin comer y aún esté viva. 

El prodigio es una película conmovedora con personajes ficticios pero inspirados en una historia muy real. El guion está basado en la novela del mismo nombre escrita por la autora irlandesa Emma Donoghue. El relato histórico en el que se inspiró fue en el de las conocidas como las "niñas en ayunas" o "ayunadoras milagrosas". Durante el siglo XIX, se dieron varios casos entre muchachas adolescentes que, amparadas por su profunda fe, aseguraban poder sobrevivir sin ingerir ningún alimento. Estas jóvenes se inspiraban en santas como Catalina de Siena o Liduvina de Schiedam y a menudo experimentaban arrebatos místicos y estigmas. Consideradas santas por algunos, farsantes por otros, en la actualidad se cree que podrían haber sido casos de anorexia nerviosa. 

Uno de los más famosos, y en el que Emma Donoghue se habría inspirado para armar el relato de El prodigio, fue el de Sarah Jacob, una niña galesa nacida en 1857, hija de una familia de granjeros. Sarah pasaba largos periodos de tiempo sin comer hasta que un día decidió abandonar definitivamente la comida. Sus padres, en vez que obligarla a comer, abrieron las puertas de su casa para que los curiosos pudieran observar el milagro. 

La fama de Sarah llegó lejos, atribuyéndoseles capacidades milagrosas, hasta que las autoridades, escépticas, recelaron de la veracidad de su ayuno y obligaron a la familia a dejar que la niña fuera custodiada por un grupo de enfermeras. Los padres aceptaron, convencidos de que Sarah no mentía. Seis días después, la pequeña de doce años, fallecía. La autopsia demostró que todo había sido una farsa, pues Sarah sí que había estado alimentándose a escondidas con pequeñas cantidades de comida. Los padres de Sarah fueron condenados y encarcelados, acusados de homicidio involuntario. 

Como Sarah Jacobs, otras muchas niñas se negaban a comer impulsadas por su devoción. Ya en el siglo XVII se conocía el caso de una muchacha francesa llamada Jane Balan que afirmaba haber ayunado durante tres años, o el de Martha Taylor, conocida como "La damisela de Derbyshire". Anna Moore, Kate Smulsey o Mollie Fancher, en los Estados Unidos, quien llegó a firmar un acuerdo de publicidad y ser admirada por el presidente Wilson, fueron otros de los nombres de las "chicas ayunadoras", casos que se extendieron a ambos lados del Atlántico y que, la gran mayoría, demostraron ser falsos y provocados por alteraciones en la conducta alimentaria. La falta de conocimientos médicos llevó a muchas personas a atribuirles a estas niñas dones milagrosos y las convirtieron en ejemplos excepcionales de fe. No siempre con final feliz.

La historia de Anna esconde una terrible explicación.

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