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El médico de Viena. Una historia sobre la fiebre puerperal

Desde que el mundo es mundo, las mujeres han parido en muchas condiciones, no siempre adecuadas. Durante siglos, la falta de conocimientos médicos y de higiene se llevaron a la tumba a infinidad de madres y de hijos. Uno de los problemas a los que se enfrentaban las mujeres después del parto eran unas fiebres que terminaban con sus vidas a los pocos días de traer sus hijos al mundo. 


A mediados del siglo XIX, un doctor austriaco llamado Ignaz Semmelweis observó que el problema de dichas fiebres podría encontrarse en los deficientes protocolos que se aplicaban. Semmelweis, que trabajaba en un hospital de Viena donde el número de parturientas que fallecían tras dar a luz era cada vez más elevado, propuso que los médicos y enfermeras que cuidaban de estas mujeres se lavaran las manos con una solución de hipoclorito cálcico.


A pesar de que los resultados fueron claramente favorables, la comunidad médica acusó a Semmelweis de farsante, pues no pudo demostrar científicamente cual había sido la razón de la mejora. El médico conocido popularmente como el "salvador de madres", se marchó de Viena y continuó con su trabajo en Budapest hasta que fue ingresado en una institución mental donde murió poco después, a los 47 años de edad. 

Fue tras su muerte que Louis Pasteur confirmó las teorías de Semmelweis y otros médicos y científicos empezaron a incorporar protocolos de asepsia y antisepsia en los partos. 


La historia de Semmelweis sirvió de inspiración para la preciosa película El médico de Viena, en la que se recrea la lucha de un solo hombre contra las autoridades que no querían ver un problema que se solucionó con algo tan sencillo como lavarse bien las manos. 

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