Durante siglos, las mujeres se dedicaron al arte principalmente de manera lúdica. Era un modo de adornar sus atributos femeninos y de pasar el tiempo. Pero hubo muchas que quisieron profundizar en su arte y ganarse la vida con él. Las que profesionalizaron su talento solían haber tenido la suerte de haber nacido en el seno de una familia de artistas que les permitía aprender y perfeccionar sus métodos artísticos, puesto que a ellas se les vetó durante largo tiempo la entrada a escuelas y academias de arte. Muy pocas llegaron a ocupar altos cargos en las cortes europeas. Una de ellas, llegó a ser pintora de la corte inglesa de los Tudor.
![]() |
Retrato de Catalina Parr |
Se llamaba Levina Teerlinc y era hija del reputado miniaturista flamenco Simon Bening. Tanto Levina como su hermana Alexandra pudieron aprender en el taller familiar. Alexandra terminó convirtiéndose en una reputada marchante de arte mientras que Levina se especializó en la miniatura.
Levina permaneció en el taller de su padre hasta que se casó con George Teerlinc. A diferencia de otros casos, no tuvo que dejar su arte para convertirse en esposa. Todo lo contrario, la pareja se trasladó a vivir a Londres donde Enrique VIII, conocedor de su magnífica obra, la había hecho llamar. En la corte de los Tudor asumió el cargo de pintora y realizó magníficos retratos durante los reinados de Enrique y sus hijos Eduardo VI, María I e Isabel I.
![]() |
Retrato de Isabel I |
Al parecer, llegó a ganar más dinero que el pintor Hans Holbein con su talento. Además de retratos a pequeña escala, sus miniaturas hicieron furor entre los miembros de la corte como adorno para zapatos, vestidos o mobiliario.
A pesar del éxito y la fortuna que acumuló en vida, tras su muerte, el 23 de junio de 1576, su nombre fue desapareciendo de la historia del arte.
Si quieres leer sobre ella
Comentarios
Publicar un comentario