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Histeria. Historia de un deseo

Londres, en la era victoriana. Un joven doctor, Mortimer Granville (Hugh Dancy) lleva mucho tiempo luchando contra los gigantes de la tradición médica para intentar introducir en los hospitales de la ciudad las nuevas técnicas higiénicas y profilácticas que eviten muchos problemas con las bacterias. Pero Mortimer tiene que comer y decide aceptar la oferta de trabajo de una consulta privada situada en la zona acomodada de la ciudad. Su dueño, el doctor Dalrymple (Jonathan Pryce) está totalmente colapsado ante la extensa afluencia de damas afectadas por una dolencia tipificada como «histeria femenina».

La técnica empleada por el doctor Dalrymple consiste en efectuar masajes en la zona genital femenina para provocar «convulsiones paroxísticas», un eufemismo de lo en realidad era un orgasmo. El atareado doctor tiene dos hijas, muy distintas entre sí. La dulce y dócil Emily (Felicity Jones) y la vehemente y rebelde Charlotte (Maggie Gyllenhaal). Mientras Emily es la niña mimada de su padre y quiere casarla con el joven doctor al que acaba contratar, Charlotte le lleva por el camino de la amargura a causa de sus actividades como sufragista y ayudando a los pobres en una casa de beneficencia en una de las zonas más deprimidas de Londres.

El incremento desmesurado de clientas provoca lesiones en la mano del pobre doctor Granville quien por casualidad descubre una manera más «mecánica» de aplicar el tratamiento. Su descubrimiento lo hace en casa de un exéntrico y acaudalado amigo, Lord Edmunt St. John-Smythe (Rupert Everett), obsesionado con los nuevos artilugios que la electricidad permite incorporar a la vida diaria. Uno de dichos aparatos, un plumero eléctrico será el origen del primer «masajeador eléctrico» o lo que en la actualidad se conoce como vibrador.

Este es el argumento de Histeria, una comedia basada en la historia real del nacimiento de uno de los objetos sexuales más famosos de la historia. El vibrador nacía como un tratamiento médico ante una de las enfermedades más diagnosticadas a las mujeres, la histeria femenina. Esta se asimilaba a síntomas tan dispares como un desfallecimiento, jaquecas o espasmos y era tratado con la estimulación de los genitales femeninos para provocar orgasmos. En realidad, la histeria femenina era originada por una represión exagerada de la sexualidad femenina en una sociedad en la que la mujer se enfrentaba a las relaciones sexuales con el único objetivo de engendrar hijos y cualquier sensación de placer era reprobada y censurada.

La película recrea la invención del vibrador con altas dosis de comicidad ridiculizando la hipocresía de la Inglaterra victoriana. Una crítica que se refleja en las distintas tipologías de mujeres que aparecen en la historia, entre las damas elegantes y reprimidas y las mujeres que, como Charlotte, ven claramente que los males que afectan a las mujeres son fruto de su sumisión y opresión social.

Me he reído muchísimo con esta cinta interpretada por actores de la talla de Jonathan Pryce o Rupert Everett. El personaje que más me ha gustado es el de Charlotte, interpretado por Maggie Gyllenhaal a la que descubrí en La sonrisa de Mona Lisa, donde su papel también me encantó.

Si tenéis ocasión, os recomiendo que veáis Histeria. Además de pasar un rato divertidísmo descubriréis un retazo de la historia muy curioso.