La monja de las llagas, Sor Patrocinio (1811-1891)
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María Josefa de los Dolores Anastasia de Quiroga Capopardo nació el 27 de abril de 1811 en San Clemente, Cuenca. Sus padres, don Diego de Quiroga, administrador de las rentas reales, y su esposa, Dolores Cacopardo del Castillo, se encontraban en plena huida de España durante la Guerra de la Independencia cuando Dolores dio al mundo a la pequeña María Josefa.
Al terminar la guerra, la familia Quiroga se trasladó a vivir a Chinchilla, donde pasó su infancia María Josefa. Era aún una niña cuando fallecía su padre y su madre, viuda con cinco hijos, se trasladó a Madrid donde se instaló de manera permanente.
A los quince años, y tras rechazar una propuesta de matrimonio organizada por su propia madre, María Josefa ingresó, en 1826, en el convento madrileño de las Comendadoras de Santiago donde vivió bajo la protección de su tía, la marquesa de Santa Coloma. En 1829 se trasladó al convento de la Orden Concepcionista del Caballero de Gracia donde adoptó el nombre de Sor María Rafaela de los Dolores y Patrocinio.
Aun no había tomado los hábitos definitivos, siendo todavía novicia, Sor Patrocinio experimentó su primer estigma, una llaga en el costado izquierdo. Al año siguiente, cuando ya había hecho profesión solemne de votos, sus experiencias místicas fueron en aumento y sufrió todos los estigmas de Cristo, en manos, pies, costado y frente.
Sin embargo, parece que sus estigmas no convencieron a todos y en 1835 se inició un proceso judicial contra ella que se resolvió en su contra un año después y fue condenada a sufrir destierro de Madrid. Es probable que, además de la cuestión religiosa, en el proceso contra Sor Patrocinio influyera también sus opiniones a favor de los carlistas.
Instalada en el convento de la Madre de Dios de Talavera de la Reina, Sor Patrocinio permaneció varios años en los que se dedicó a escribir su obra conocida como Libro de Oro. En 1839, debido a su mala salud, se le permitió trasladarse en convento de Concepcionistas Descalzas de Torrelaguna donde permanecería hasta 1844.
Durante siglos, los pasillos de los palacios españoles estuvieron llenos de cortesanos pero también de curas y monjas. No en vano, los monarcas se caracterizaron por mostrar una ferviente piedad y necesitar del consuelo espiritual de hombres y mujeres de fe. Estos traspasaron a menudo el ámbito estrictamente religioso y se inmiscuyeron en cuestiones más mundanas. Uno de aquellos personajes fue Sor Patrocinio, una monja que durante años permaneció junto a una piadosa Isabel II quien oía sus consejos con especial interés. Pero la conocida como "La monja de las llagas" fue un personaje controvertido, que durante años hizo creer a sus devotos admiradores que sufría los estigmas de Cristo mientras se inmiscuía con demasiada frecuencia en los asuntos de estado. Tal fue su influencia que despertó pasiones y odios a partes iguales.
María Josefa de los Dolores Anastasia de Quiroga Capopardo nació el 27 de abril de 1811 en San Clemente, Cuenca. Sus padres, don Diego de Quiroga, administrador de las rentas reales, y su esposa, Dolores Cacopardo del Castillo, se encontraban en plena huida de España durante la Guerra de la Independencia cuando Dolores dio al mundo a la pequeña María Josefa.
Al terminar la guerra, la familia Quiroga se trasladó a vivir a Chinchilla, donde pasó su infancia María Josefa. Era aún una niña cuando fallecía su padre y su madre, viuda con cinco hijos, se trasladó a Madrid donde se instaló de manera permanente.
A los quince años, y tras rechazar una propuesta de matrimonio organizada por su propia madre, María Josefa ingresó, en 1826, en el convento madrileño de las Comendadoras de Santiago donde vivió bajo la protección de su tía, la marquesa de Santa Coloma. En 1829 se trasladó al convento de la Orden Concepcionista del Caballero de Gracia donde adoptó el nombre de Sor María Rafaela de los Dolores y Patrocinio.
Aun no había tomado los hábitos definitivos, siendo todavía novicia, Sor Patrocinio experimentó su primer estigma, una llaga en el costado izquierdo. Al año siguiente, cuando ya había hecho profesión solemne de votos, sus experiencias místicas fueron en aumento y sufrió todos los estigmas de Cristo, en manos, pies, costado y frente.
Sin embargo, parece que sus estigmas no convencieron a todos y en 1835 se inició un proceso judicial contra ella que se resolvió en su contra un año después y fue condenada a sufrir destierro de Madrid. Es probable que, además de la cuestión religiosa, en el proceso contra Sor Patrocinio influyera también sus opiniones a favor de los carlistas.
Instalada en el convento de la Madre de Dios de Talavera de la Reina, Sor Patrocinio permaneció varios años en los que se dedicó a escribir su obra conocida como Libro de Oro. En 1839, debido a su mala salud, se le permitió trasladarse en convento de Concepcionistas Descalzas de Torrelaguna donde permanecería hasta 1844.
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En aquellos años la corona española recaía en una niña de trece años, Isabel II. Educada en una profunda fe, la nueva reina había oído desde pequeña historias sobre Sor Patrocinio a quien, por Real Decreto, permitiría volver a Madrid, al Convento de la Latina, donde recibiría de manera asidua la visita de Isabel II. Al amparo de la reina, Sor Patrocinio viviría una de sus épocas gloriosas. En 1845 se les permitió trasladar su comunidad al Convento de Jesús Nazareno donde fue nombrada maestra de novicias.
Tal era su influencia y fama en Madrid, que no todos le tenían en estima. Hasta en dos ocasiones fue víctima de atentados con armas de fuego, aunque de ambos salió ilesa. También sufrió las turbulencias políticas de aquellos años convulsos. En 1849, siendo abadesa de su congregación, no pudo evitar su propio destierro a Badajoz ordenado por el entonces Presidente del Consejo de Ministros, Ramón María Narváez.
De vuelta a Madrid, Sor Patrocinio no pudo evitar permanecer en la primera línea de la política y fue incluso acusada de haber participado como cómplice en el atentado contra la propia reina a manos del Cura Merino en 1852.
Sor Patrocinio e Isabel II. Foto: hispanidad.com
En aquellos años la corona española recaía en una niña de trece años, Isabel II. Educada en una profunda fe, la nueva reina había oído desde pequeña historias sobre Sor Patrocinio a quien, por Real Decreto, permitiría volver a Madrid, al Convento de la Latina, donde recibiría de manera asidua la visita de Isabel II. Al amparo de la reina, Sor Patrocinio viviría una de sus épocas gloriosas. En 1845 se les permitió trasladar su comunidad al Convento de Jesús Nazareno donde fue nombrada maestra de novicias.
Tal era su influencia y fama en Madrid, que no todos le tenían en estima. Hasta en dos ocasiones fue víctima de atentados con armas de fuego, aunque de ambos salió ilesa. También sufrió las turbulencias políticas de aquellos años convulsos. En 1849, siendo abadesa de su congregación, no pudo evitar su propio destierro a Badajoz ordenado por el entonces Presidente del Consejo de Ministros, Ramón María Narváez.
De vuelta a Madrid, Sor Patrocinio no pudo evitar permanecer en la primera línea de la política y fue incluso acusada de haber participado como cómplice en el atentado contra la propia reina a manos del Cura Merino en 1852.
Sor Patrocinio e Isabel II. Foto: hispanidad.com
A pesar de los intentos de sus detractores de acusarla de mentirosa y fraude, llegando incluso a querer implicar al papado para que dilucidara la cuestión no resuelta de los estigmas, Sor Patrocinio continuó manteniendo una estrecha relación con Isabel II y su marido Francisco de Asís, sobre los que mantuvo siempre una gran influencia y ejerció como consejera privada de los monarcas, defendiendo los intereses de las posturas más ultraconservadoras.
Sor Patrocinio fundó varios conventos en España, muchos cercanos a los Reales Sitios y llegó incluso a Francia donde continuó su labor como fundadora.
En 1877, cuando ya reinaba Alfonso XII, Sor Patrocinio regresó a España para seguir con sus fundaciones hasta que la enfermedad le obligó a permanecer en cama a principios de la década de 1890. El 27 de enero de 1891 una hidropesía general desde el corazón hasta el hígado terminaba con su vida.
En 1907 se iniciaba el proceso de beatificación de Sor Patrocinio.
Cuento acerca de ella en mi novela "Isabel II" Interesante personaje!
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