La dama de la vacuna, Isabel Zendal (1773-?)
Vacunación de brazo a brazo | Constant-Joseph Desbordes. Wikimedia Commons
Cuando el 30 de noviembre de 1803, la corbeta María Pita salía de La Coruña rumbo a América, solamente una mujer iba entre la tripulación. Su misión, cuidar y proteger a los más de veinte niños, incluido su propio hijo, que formaban parte de una expedición que cambiaría el rumbo de la historia médica. Pero mientras los principales nombres de los responsables de la conocida como Real Expedición Filantrópica de la Vacuna pasaron a la historia con nombre y apellidos, tuvieron que pasar décadas, siglos, para que se dilucidara la verdadera identidad de aquella valerosa mujer sin cuya incansable dedicación posiblemente no habría alcanzado el éxito dicha expedición.
Isabel Zendal Gómez, que así se llamaba, fue una mujer gallega, de origen muy humilde de quien se conocen muy pocos datos biográficos. Habría nacido en febrero de 1773, hija de Jacobo Zendal e Ignacia Gómez. Tras ella vendrían al menos tres hijos más. Isabel creció en un ambiente con grandes carencias, no en vano sus padres eran pobres de solemnidad. En los primeros meses del nuevo siglo XIX, se encuentra a Isabel como Rectora de la Inclusa de A Coruña. Cuatro años antes aparece una fe de bautismo de Benito, su hijo, en la Iglesia coruñesa de San Nicolás.
Isabel trabajó para convertir la inclusa en un lugar acogedor y digno para los expósitos que allí vivían, o sobrevivían. Es posible que su buena fama como gestora del centro llegara a oídos del doctor Francisco Javier Balmis, un médico militar al que se le había encomendado la dirección de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, impulsada gracias al interés del propio rey Carlos IV. Balmis necesitaba que junto al equipo médico, viajaran con él a América y las Filipinas, un grupo de niños a los que se les tendría que ir inoculando el virus de la viruela para que el fluido llegara en óptimas condiciones al otro lado del mundo.
Además de los diez niños que se trajo consigo desde Madrid para iniciar dicha cadena, necesitaba otros tantos para continuar el proceso en alta mar. Consciente de que con los niños tendría que viajar alguien que los vigilara y los cuidara para que el proyecto llegara, nunca mejor dicho, a buen puerto, pronto se fijó en aquella mujer trabajadora incansable que ya estaba acostumbrada a lidiar con niños a los que sabía cuidar a nivel afectivo y físico. Así fue como Isabel Zendal se uniría a la Real Expedición para extender la vacuna de la viruela a todo el mundo conocido de manera altruista para erradicar o al menos minimizar al máximo, los efectos de un virus letal que ya se había llevado millones de vidas en todo el planeta.
Después de viajar por infinidad de lugares del territorio de la América española, y de las Filipinas, Isabel Zendal no regresaría nunca más a España. Sus pasos se pierden en México, donde parece ser que se asentó el resto de sus días junto a su hijo Benito.
La Organización Mundial de la Salud la consideró a mediados del siglo XX como la "Primera enfermera de la historia en misión internacional".
Si quieres leer sobre ella
realmente me ha sobre cogido esta historia que solo el polvo del tiempo parecia haber calado sobre ella, me alegro que salgan a relucir personajes tan importantes de nuestra historia, para que nunca caigamos en la desidia y el olvido de personas que gratuitamente han luchado por sus ideales
ResponderEliminarPues si, me alegro mucho que el nuevo hospital de Madrid lleve su nombre.
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