La sobrina del cardenal, María Mancini (1639-1715)


Retrato de Maria Mancini. Jacob Ferdinand Voet. Rijksmuseum. Wikimedia Commons

María Mancini aprovechó la influencia de su tío, el todopoderoso Cardenal Mazarino para llegar a la corte de París. No se conformó con eso, tuvo la osadía de querer convertirse en la mismísima reina de Francia conquistando a Luis XIV. La reina madre y su propio tío lo impedirían.

El poder de la reina Ana y el cardenal Mazarino
Tras la muerte de Luis XIII en 1643, su esposa, la reina Ana de Austria asumió la regencia de su hijo, el futuro Luis XIV, con la ayuda del Cardenal Giulio Mazarino al que nombró primer ministro. Mazarino, proveniente de una familia romana, había llegado a Francia después de estar al servicio del Papa. Pronto se granjeó el favor de la reina quien, tras la muerte de su hijo, gobernó el país a su lado, aglutinando mucho más poder que su antecesor el cardenal Richelieu.

En busca de un buen casamiento
La hermana de Mazarino, Gerónima, viuda desde 1650, no dudó en trasladarse a París cuatro años después, junto con sus cinco hijas. Esperaba conseguir, con la ayuda de su hermano, buenos maridos para sus niñas igual que hicieron otros hermanos del cardenal. Todas consiguieron el objetivo marcado por Gerónima. Excepto María, que, en su osadía, intentó alcanzar el escalón más alto, quiso ser reina.

Como en una novela
María, nacida el 28 de agosto de 1639, era una joven inteligente y atrevida a la par que ingenua y llena de ideas ilusorias basadas en la excesiva lectura de novelas de amor. Cuando Luis XIV se fijó en María tenían 20 y 19 años respectivamente. A pesar de las advertencias de su tío, María, testaruda y arrogante, no le hizo caso y siguió adelante con su idilio romántico con el rey.

Fin del idilio
Visto que la joven sobrina no atendía a razones, Mazarino, acuciado por la reina madre, que no toleraba la osadía María, aprovechó la firma de la Paz de los Pirineos con España (1659) para pactar el matrimonio de Luis con la infanta española María Teresa. Ante los hechos consumados, el rey tuvo que aceptar la decisión de Mazarino y la reina Ana. Días después de la firma del tratado, María y sus hermanas salían de París a un exilio humillante en la fortaleza de la Rochelle, cuyo gobernador era su propio tío.


Retrato de Maria Mancini. Jacob Ferdinand Voet. Rijksmuseum. Wikimedia Commons

A pesar de la marcha de María, Luis no se resignó a que su relación terminara y pidió permiso a su madre para mantener correspondencia con la joven Mazarino. Sin embargo, el amor del rey se fue enfriando hasta convertirse en un vago recuerdo.

Ante la reina
Una luz de esperanza se encendió en María cuando su tío le anunció que junto con sus hermanas, asistirían al homenaje que se iba a rendir a la nueva reina en el palacio de Fontainebleau. María estaba convencida de que Luis la recibiría con gran interés y amor al estilo de una novela de las que ella era asidua. Pero nada más lejos de la realidad. La frialdad e indiferencia con que el rey recibiría a su antigua amante cerraría para siempre un capítulo de su vida.

Exilio definitivo
Resignada y con los ojos abiertos a la realidad, María aceptó la propuesta de su tío de regresar a Italia. En 1661 volvía a Roma donde se casaría con el príncipe Lorenzo Onofrio Colonna. A pesar de su inicial resignación, la joven se enamoró de su marido con el que tuvo tres hijos. Amor que duró muy poco, escasos seis años, transcurridos los cuales, la relación de los príncipes se enrareció y terminó en una extravagante huida de María en busca de su amor francés.

Ingenua, la princesa Colonna, pidió asilo a Luis XIV pero no meditó bien la maniobra. María vivía en la Europa del siglo XVII y no en una de sus amadas novelas. Huésped incómoda de la Francia del Rey Sol, tuvo que dejar París y huir a otros lugares de Europa hasta terminar en España donde su marido consiguió recluirla en un convento. En 1689, la muerte del príncipe Colonna liberó a su viuda de la clausura. Sus hijos la acogieron de nuevo en Roma donde María no se resignó a vivir. Pasó el resto de su vida vagando por el mundo que no entendía sus extravagancias hasta morir en Pisa el 8 de mayo de 1715 donde fue enterrada.

 Si quieres leer sobre ella


Amantes y reinas, Benedetta Craveri
Las verdaderas memorias de María Mancini

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