Es horrible que, a menudo, la realidad supera a la ficción en actos aberrantes. Situaciones de dolor gratuito, de violencia gratuita, de miedo gratuito. Mujeres acorraladas en un mundo en el que han tenido la desgracia de nacer y del que no pueden escapar. O quizás sí.
Viajamos al siglo XVI cuando la Reforma Protestante de Martín Lutero rompió en mil pedazos la unidad del cristianismo en la Europa Moderna. Del tronco fundacional del protestantismo inicial basado en las ideas del exmonje agustino no tardaron en surgir infinidad de ramas con miles de variantes. Calvinistas, anglicanos, anabaptistas... Estos últimos, surgidos en Suiza hacia 1525, se extendieron con rapidez por el continente y fueron perseguidos tanto por católicos como por protestantes.
En 1537, un ex sacerdote católico llamado Menno Simons se convirtió en líder de la comunidad anabaptista. Su éxito en la expansión del grupo provocó la ira de sus enemigos que empezaron a llamarlos despectivamente "menonitas". Siglos después, se fueron desplazando a otros lugares del planeta, en Rusia, donde llegaron a instancias de la propia zarina Catalina la Grande. También emigraron al continente americano donde se instalaron desde Canadá hasta muchos países de latinoamérica pasando por los EEUU y México.
Ya en los primeros años del siglo XXI, se desató un horrible escándalo en una de estas comunidades ubicada en Bolivia. Allí, durante años, mujeres y niñas de la propia comunidad fueron violadas y agredidas sexual y físicamente de manera sistemática. Para ello, los hombres de la comunidad se valieron de drogas y somníferos para dormirlas y tras la agresión acusarlas a ellas de ser víctimas de la ira de Dios. Las mujeres, se despertaban doloridas y magulladas, debían creer que aquellas agresiones eran fruto de la violencia de Satanás, demonios o fantasmas.
Siete hombres fueron condenados a veinticinco años de prisión por haber violado sistemáticamente a más de cien mujeres entre 2005 y 2009.
En 2022 se estrenó una conmovedora cinta que, bajo el nombre de Ellas hablan, inspirada en la novela homónima escrita por Miriam Toews, daba voz a un puñado de aquellas mujeres. Ancianas, adultas, niñas, se reúnen en un granero de la colonia para decidir si quedarse o marcharse. Mujeres analfabetas, que no conocen el mundo, que no saben nada de la vida más allá de las fronteras de aquel universo asfixiante y opresivo en el que su labor en callar, obedecer y seguir callando.
La película recibió un sinfín de merecidísimos premios, entre ellos el del Óscar a mejor guion adaptado y se quedó a las puertas de recibir la estatuilla a mejor película.
La dignidad con la que esas mujeres hablan, sacan de sus entrañas en dolor que han sentido, las dudas que las asfixian y las esperanzas que las empujar a no rendirse son impactantes. La cinta denuncia la insistente violencia ejercida sobre las mujeres, recreada en un lugar que no se puede más que definir como un infierno en la tierra para ellas.
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