La tuerta, Ana de Mendoza (1540-1592)
Wikimedia Commons
La biografía de la aristócrata Ana de Mendoza está llena de misterios. Desde el parche que lució con orgullo y elegancia desde su infancia hasta su reclusión en su propia casa en Pastrana ordenada por el mismísimo rey Felipe II pasando por su oscura relación con el secretario de estado Antonio Pérez, enturbiaron la vida de esta grande de España.
La heredera tuerta
Ana de Mendoza y de la Cerda era la única hija de don Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda y doña María Catalina de Silva y Toledo. Nacida el 29 de junio de 1540, Ana recibió una exquisita educación. Poco se sabe de su infancia, en la que presenció los constantes conflictos entre sus padres. Fue en aquellos primeros años cuando empezó a usar un parche en su ojo derecho. Una caída, una mala estocada jugando a esgrima o un defecto en el ojo, lo cierto es que nunca se supo con seguridad la razón por la que Ana ocultó siempre en público esta parte de su cara. Algo que por otro lado parece ser que no le importó pues lució su defecto con dignidad e incluso dejó inmortalizarse con él.
La biografía de la aristócrata Ana de Mendoza está llena de misterios. Desde el parche que lució con orgullo y elegancia desde su infancia hasta su reclusión en su propia casa en Pastrana ordenada por el mismísimo rey Felipe II pasando por su oscura relación con el secretario de estado Antonio Pérez, enturbiaron la vida de esta grande de España.
La heredera tuerta
Ana de Mendoza y de la Cerda era la única hija de don Diego Hurtado de Mendoza y de la Cerda y doña María Catalina de Silva y Toledo. Nacida el 29 de junio de 1540, Ana recibió una exquisita educación. Poco se sabe de su infancia, en la que presenció los constantes conflictos entre sus padres. Fue en aquellos primeros años cuando empezó a usar un parche en su ojo derecho. Una caída, una mala estocada jugando a esgrima o un defecto en el ojo, lo cierto es que nunca se supo con seguridad la razón por la que Ana ocultó siempre en público esta parte de su cara. Algo que por otro lado parece ser que no le importó pues lució su defecto con dignidad e incluso dejó inmortalizarse con él.
Foto: www.biografiasyvidas.com/biografia/e/eboli.htm
Matrimonio por orden real
Fue el propio rey Felipe II quien decidió con quien debía casarse una de las herederas más importantes de los reinos españoles. Para ello eligió a Ruy Gómez da Silva, un noble segundón de origen portugués que había llegado a la corte castellana con el séquito de la emperatriz Isabel, madre de Felipe II. Convertido en secretario y hombre de confianza del rey prudente, este no dudó en entregarle a Ana como esposa.
El matrimonio se celebró en 1552, cuando Ana era una niña de 12 años por lo que la relación no se consumó hasta años más tarde. Ruy había recibido del rey el principado de Éboli en el reino de Nápoles por lo que él y su esposa ostentarían el título de príncipes. Ana aportó al matrimonio el título de Condes de Mélito cedido por su padre. Tras años de ausencia por razones de Estado, Ruy volvió al lado de su esposa en 1559. A partir de ese momento y hasta la muerte de él, sería una pareja feliz y estable de la que nacieron diez hijos.
Ruy Gómez y Ana de Mendoza. Wikimedia Commons
La viuda monja
La desaparición de su marido trastocó a la joven viuda quien se dispuso a ingresar en el convento de las carmelitas de Pastrana que años antes había erigido Santa Teresa en aquella localidad. Si en aquel tiempo, la santa ya se había enfrentado con la princesa por su entrometimiento en la construcción de dicho convento, su intento de convertirse en monja no agradó para nada a Teresa. Tras un rocambolesco ingreso en la clausura, en la que Ana quiso imponer sus propias normas alejadas de la rigidez y austeridad de las carmelitas, la princesa volvió de nuevo a la corte de Madrid.
Antonio Pérez, una peligrosa amistad
Tras la muerte de su marido, Ana inició una extraña relación con el entonces secretario de estado, Antonio Pérez. Aunque no está probado que fueran realmente amantes, lo cierto es que establecieron una estrecha amistad a espaldas del rey.
Su relación con Antonio hizo que se viera envuelta voluntaria o involuntariamente en el misterioso asesinato de Juan de Escobedo. Este era el secretario de Juan de Austria, hermano bastardo de Felipe II, quien a las órdenes del rey había ido a Flandes a intentar apaciguar la conflictiva situación que en aquellos territorios hacía tiempo no se solucionaba. Parece ser que Antonio Pérez había descubierto extraños movimientos de Juan y su secretario con la intención de establecer una alianza matrimonial con la reina de Escocia, María Estuardo, en un complot para derrocar a su hermanastro.
Las cuestiones políticas se unieron a las personales cuando Juan de Escobedo descubrió la relación entre la princesa de Éboli y Antonio Pérez. Amenazando a la pareja con descubrirlos ante el rey, Escobedo fue encontrado muerto de varias estocadas tras varios intentos de asesinato por envenenamiento.
Si el asesinato del secretario de Juan de Austria fue ordenado por el mismo rey o fue obra personal de Antonio Pérez, nunca se demostró. Lo que sí es cierto es que en paralelo a un juicio contra Pérez, quien terminaría huyendo a Aragón, Ana fue encerrada por orden del rey en 1579 en la Torre de Pinto para más tarde ser trasladada a la fortaleza de Santorcaz. Dos años después se le permitiría volver a sus dominios de Pastrana donde, en su Palacio Ducal sufriría una reclusión hasta su muerte. La crueldad con la que fue tratada Ana de Mendoza por el otrora amigo personal Felipe II fue lo que pudo despertar las sospechas de un amor secreto por parte del rey hacia la princesa.
Palacio Ducal de Pastrana donde vivió los últimos años recluida. A la derecha se puede ver una de las ventanas enrejadas. Wikimedia Commons
Ana de Mendoza vivió los diez últimos años de su vida tras las rejas de su propia casa acompañada de su hija pequeña, quien también llevaba su nombre. Esta pequeña Ana, quien tras la muerte de su madre se haría monja, estuvo a su lado cuando falleció el 2 de febrero de 1592.
Sólo entonces salió de su reclusión para ser enterrada junto a su esposo Ruy en la Colegiata de Pastrana.
La princesa de Éboli, Manuel Fernández Álvarez
Matrimonio por orden real
Fue el propio rey Felipe II quien decidió con quien debía casarse una de las herederas más importantes de los reinos españoles. Para ello eligió a Ruy Gómez da Silva, un noble segundón de origen portugués que había llegado a la corte castellana con el séquito de la emperatriz Isabel, madre de Felipe II. Convertido en secretario y hombre de confianza del rey prudente, este no dudó en entregarle a Ana como esposa.
El matrimonio se celebró en 1552, cuando Ana era una niña de 12 años por lo que la relación no se consumó hasta años más tarde. Ruy había recibido del rey el principado de Éboli en el reino de Nápoles por lo que él y su esposa ostentarían el título de príncipes. Ana aportó al matrimonio el título de Condes de Mélito cedido por su padre. Tras años de ausencia por razones de Estado, Ruy volvió al lado de su esposa en 1559. A partir de ese momento y hasta la muerte de él, sería una pareja feliz y estable de la que nacieron diez hijos.
Ruy Gómez y Ana de Mendoza. Wikimedia Commons
La viuda monja
La desaparición de su marido trastocó a la joven viuda quien se dispuso a ingresar en el convento de las carmelitas de Pastrana que años antes había erigido Santa Teresa en aquella localidad. Si en aquel tiempo, la santa ya se había enfrentado con la princesa por su entrometimiento en la construcción de dicho convento, su intento de convertirse en monja no agradó para nada a Teresa. Tras un rocambolesco ingreso en la clausura, en la que Ana quiso imponer sus propias normas alejadas de la rigidez y austeridad de las carmelitas, la princesa volvió de nuevo a la corte de Madrid.
Antonio Pérez, una peligrosa amistad
Tras la muerte de su marido, Ana inició una extraña relación con el entonces secretario de estado, Antonio Pérez. Aunque no está probado que fueran realmente amantes, lo cierto es que establecieron una estrecha amistad a espaldas del rey.
Su relación con Antonio hizo que se viera envuelta voluntaria o involuntariamente en el misterioso asesinato de Juan de Escobedo. Este era el secretario de Juan de Austria, hermano bastardo de Felipe II, quien a las órdenes del rey había ido a Flandes a intentar apaciguar la conflictiva situación que en aquellos territorios hacía tiempo no se solucionaba. Parece ser que Antonio Pérez había descubierto extraños movimientos de Juan y su secretario con la intención de establecer una alianza matrimonial con la reina de Escocia, María Estuardo, en un complot para derrocar a su hermanastro.
Las cuestiones políticas se unieron a las personales cuando Juan de Escobedo descubrió la relación entre la princesa de Éboli y Antonio Pérez. Amenazando a la pareja con descubrirlos ante el rey, Escobedo fue encontrado muerto de varias estocadas tras varios intentos de asesinato por envenenamiento.
Si el asesinato del secretario de Juan de Austria fue ordenado por el mismo rey o fue obra personal de Antonio Pérez, nunca se demostró. Lo que sí es cierto es que en paralelo a un juicio contra Pérez, quien terminaría huyendo a Aragón, Ana fue encerrada por orden del rey en 1579 en la Torre de Pinto para más tarde ser trasladada a la fortaleza de Santorcaz. Dos años después se le permitiría volver a sus dominios de Pastrana donde, en su Palacio Ducal sufriría una reclusión hasta su muerte. La crueldad con la que fue tratada Ana de Mendoza por el otrora amigo personal Felipe II fue lo que pudo despertar las sospechas de un amor secreto por parte del rey hacia la princesa.
Palacio Ducal de Pastrana donde vivió los últimos años recluida. A la derecha se puede ver una de las ventanas enrejadas. Wikimedia Commons
Ana de Mendoza vivió los diez últimos años de su vida tras las rejas de su propia casa acompañada de su hija pequeña, quien también llevaba su nombre. Esta pequeña Ana, quien tras la muerte de su madre se haría monja, estuvo a su lado cuando falleció el 2 de febrero de 1592.
Sólo entonces salió de su reclusión para ser enterrada junto a su esposo Ruy en la Colegiata de Pastrana.
Si quieres leer sobre ella
Esa dama, Kate o’Brien
La princesa de Éboli, Almudena de Arteaga
Éboli, secretos de la vida de Ana de Mendoza, Nacho Ares
Las mujeres de Felipe II, María Pilar Queralt del Hierro
Ellas mismas, María Teresa Álvarez
El castillo de diamante, Juan Manuel de Prada
Las mujeres de Felipe II, María Pilar Queralt del Hierro
Ellas mismas, María Teresa Álvarez
El castillo de diamante, Juan Manuel de Prada
Uau, t'has llegit tots aquest llibres? Em tens al·lucinada de la feina que fas. Felicitats.
ResponderEliminarLa verdad es que la Princesa siempre fue para mí un personaje interesantísimo. Ya no sólo por sus vivencias, sino por el velo de misterio del que trasciende y del que ella misma parece formar parte. Tanto el tema del parche como su muerte en el ostracismo y en el olvido me parecen las dos grandes incógnitas, y me parece más curioso aún que fueran el inicio de su auge y su declive.
ResponderEliminarMuy buen artículo. Yo tengo el libro de Almudena de Arteaga y me parece fantástico, ya no sólo por cómo la trata a ella históricamente, sino por cómo retrata toda la sociedad y a su tiempo, haciéndola, aparte de manejadora de su propio destino, un juguete de ella misma.
Un abrazo.
UN ßANTO ABRAZO CARMELITANO. ¡EXCELENTEVSU REFLECCIÓN! Desde Argentina: abuelita CARMELITA Seglar
EliminarUna biografía fascinante. Estoy con Manjo en que el libro de Arteaga es quizá el mejor de los tres que citas (yo sí he leído todos, me apasiona esa época y Teresa de Ávila y la princesa de Éboli son dos de mis personajes históricos favoritos).
ResponderEliminarUn beso.
Anna, llevo muchos años leyendo biografías. Puestas todas de golpe parece mucho :)
ResponderEliminarManjo Exlibris: Gracias por tu comentario y tu reflexión. Si te gustó la novela de Arteaga, la de Kate O'brien también te gustará.
Carmen: Esta es quizás una de las épocas más fascinantes de la historia de España. Gracias a ti también por tu comentario
Yo me he leído el de Almudea de Arteaga y me enganchó. ¡Me encanta la figura de la princesa de Éboli! Es simplemente, fascinante
ResponderEliminarHace muchos años, en un libro titulado "La Hoguera", de Peter R. Hawes, aparece como personaje incidental. Me llamó mucho la atención, y tiempo después supe que en realidad había existido. Ojalá y pueda conseguir alguno de estos libros para conocer más a fondo la vida de esta mujer que, para empezar, no tenía complejos.
ResponderEliminarCuales son los personajes principales de esta historia...gracias!!
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