La música virtuosa, Sophie Carmen Eckhardt-Gramatté (1899-1974)



La primera vez que Sophie Carmen Eckhardt-Gramatté se subió a un escenario para debutar como intérprete, siendo una niña, lo hizo demostrando un gran virtuosismo tanto con el piano como con el violín. Desde pequeña demostró ser una apasionada de la música y, tras estudiar en algunos de los conservatorios más prestigiosos del mundo, donde aprendió de grandes de la música, dedicó su vida a mostrar su talento. Su carrera profesional derivó años más tarde en la composición, convirtiéndose en una compositora prolífica que fue capaz de componer desde sinfonías y óperas hasta conciertos instrumentales. Un talento que, sin embargo, no pudo ser admirado en todo su esplendor por las generaciones futuras, pues parte de su obra aún permanece inédita.

Sophie Carmen Eckhardt-Gramatté nació en Moscú el 6 de enero de 1899 en el seno de una familia poco convencional. Su madre, Catherina von Kochevskaya era profesora de música en el hogar de los Tolstoi. Ella, a su vez, había aprendido de los grandes pianistas de la saga de los Rubinstein. Antes de que Sophie naciera, su madre ya se había separado de su marido, Nicolás Friedman, quien no queda claro que fuera el verdadero padre, a pesar de que Sophie mantendría su apellido hasta que se casó por primera vez.

Siendo una niña muy pequeña, Catherina envió a Sophie a vivir con unos familiares a una comuna de refugiados rusos en Inglaterra. En 1904, su madre se la llevó a vivir a París donde inició de manera precoz sus estudios musicales, de la mano de la propia Catherina primero y en el conservatorio poco después. Con tan sólo once años debutó tocando en el mismo concierto el piano y el violín. Poco tiempo antes, ya había escrito sus primeras composiciones musicales.



En 1914, marchó con su madre a Berlín donde continuó estudiando y actuando aunque ya entonces sabía que su verdadera pasión era la composición. En 1920 se casaba con Walter Gramatté, un pintor expresionista alemán. La pareja vivió a caballo entre Berlín y España, donde Sophie recibió clases del gran chelista Pau Casals. Ya entonces su fama se había extendido por todo el mundo y su arte era requerido en las principales salas de concierto. De hecho, la Orquesta de Philadelphia la invitó a tocar conjuntamente pero Sophie tuvo que declinar, al menos por el momento, la invitación debido a la grave tuberculosis que sufría su marido. Walter fallecía en 1929. Para entonces, Sophie decidió marchar de Europa y aceptar la invitación de viajar a los Estados Unidos donde sólo tocó durante una temporada con la Orquesta de Philadelphia. Tomó la decisión de aparcar la interpretación y dedicarse de lleno a su verdadera pasión, la composición.

En 1934 se casaba con Ferdinand Eckhardt, un historiador de arte austriaco con el que se mudó a vivir de nuevo a Berlín y poco después a Viena. Por aquel entonces, Sophie cosechó muchos éxitos musicales y recibió varios prestigiosos premios por su labor. En 1953, y por razones laborales de su marido, la pareja se mudó de nuevo, esta vez a Canadá, donde Ferdinand había aceptado el puesto de director de la Galería de Arte de Winnipeg. Allí, además de componer y convertir su hogar un centro de reuniones de los amantes de la música, Sophie ejerció como profesora.





Años después, durante un viaje a Stuttgart, Sophie cayó a la salida de un autobús y falleció en el hospital donde le operaron, el 2 de diciembre de 1974. Sus restos fueron enterrados junto a su primer marido y su madre en Berlín. Su legado artístico, unas ciento setenta y cinco composiciones, están custodiadas por la Fundación Eckhardt-Gramatté.




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